- A veces- dije-, cuando deseo que algo ocurra (o que no ocurra), cierro los ojos fuerte y rezo; rezo con todas mis fuerzas.
- ¿Te funciona?
- Algunas veces.
Mike iba de aquí para allá, sin parar, ordenando la casa mientras yo me bebía el whisky.
- Lo hice sobre todo en la universidad, en los exámenes. Rogaba para que no cayera algún tema jodido. Ahora lo utilizo para evitar que me entren ganas de ir al baño cuando estoy en el cine.
Mike soltó un ruido que yo interpreté como un conato de risa. Seguía a lo suyo.
- Joder, Mike, siéntate un poco… Venga, descansa y cuéntame lo de la actriz.
Al parecer, el sinvergüenza de mi amigo había conocido a una actriz en una discoteca un par de semanas antes. Prometió contármelo todo cuando Beth y yo volviésemos del viaje de novios. Qué granuja el Mike.
- Hay poco que contar -se sentó enfrente de mí- Había bebido mucho, ¿entiendes? Ya todo me parecía de puta madre. Y entonces la vi. No suelo ir mucho al cine, pero la reconocí inmediatamente. Salía en esa de Linklater… Bueno, el caso es que me acerqué a ella, y nada, el tonteo típico. Mentí y aseguré no conocerla.
Esto último le hizo relajarse un poco y soltó una carcajada.
- Bien por ti, Mike- dije.
Sin embargo, pronto el rostro de Mike adoptó el gesto preocupado y ansioso de unos minutos antes.
- ¿Va todo bien?
- Sí, perfectamente-dijo; pero no cambió su expresión.
Miré mi reloj. Beth iba a llamarme pronto. Debía recoger unos pantalones del tinte y luego pasaría por casa de su madre.
- Y nada, le invité a una copa y estuvimos hablando. Una cosa llevó a la otra…
- Lo dices como si no fuera nada. Muchos se pondrían en tu pellejo.
- Ya.
¿Por qué Beth no llamaba? Se estaba haciendo tarde. Miré el reloj de nuevo. Luego miré el reloj de pared de Mike.
- ¿Has vuelto a verla?
Mike negó con la cabeza.
Conocí a Mike en la universidad. Fuimos muy amigos. Uña y carne, por así decir. Fue el padrino de mi boda.
Estuvimos mucho tiempo sentados, el uno frente al otro, sin decir nada. Mike se sirvió una copa, pero no bebió. Se quedó mirando el vaso.
- ¿Beth y tú habéis pensado en tener hijos?
Su pregunta me cogió desprevenido. Me revolví inquieto en la silla.
- Bueno, sí…En principio, sí; pero tampoco creas que hemos hablado mucho del tema.
Volvió a quedarse callado. De pronto, habló:
- ¿Sabes?, es curioso, pero aún me siento un hijo. Quiero decir que yo no me vería capaz de traer a un niño al mundo. Todavía me creo en la necesidad de conservar el rol de “hijo-de-mis-padres”, ¿entiendes?.
Asentí.
- Sí, a mí me pasa un poco lo mismo. De todas formas no creo que Beth tenga mucho interés en ser madre.
Pero ¿dónde coño estaba Beth? Llamé a su móvil. Apagado o fuera de cobertura.
- Mike, tío, pensé que me contarías más de la actriz.
Se estaba haciendo de noche. Mike encendió la luz. Comencé a preocuparme.
- La actriz…-comenzó.
- Mierda, ¿y si le ha pasado algo a Beth?
- A Beth no le ha pasado nada. Tranquilízate. Acábate el whisky.
- ¿Cómo coño lo sabes? Podría haber tenido problemas con el coche o…
- Bebe- Mike sostenía su vaso, observándolo sin beber.- La actriz me salió rana. A la mañana siguiente me desperté, y ya se había ido.
- Joder.
- Sí.
Volvió a levantarse. Cruzó rápidamente la casa y desapareció por el pasillo.
En unos minutos estaba de vuelta. Parecía preocupado y no se esforzó en disimularlo.
- Jim, tenemos que hablar.
Me alarmó el tono de su voz. ¿Dónde estaría Beth? Miré el móvil.
- Beth no va a llamarte, Jim.
Me lo quedé mirando. Parecía mucho más alto, ahí de pie, frente a mí.
- ¿Qué coño dices? Claro que va a llamarme. Dijo que lo haría.
- No, Jim.
¿Qué hacía este tipo diciéndome estas cosas? ¿Por qué no se había ido con la actriz de los cojones?
- Beth no va a volver, Jim.
Pensé en la actriz, sola en la barra y me imaginé a Mike bailando a pocos metros. Sentí nauseas. Miré a Mike.
- Beth y yo nos queremos, Jim.
Dejé el vaso sobre la mesa.