Al principio, el ruido de pasos. En casa, los rostros dibujando un gesto de suspicacia. Las tazas se detenían a mitad de camino, del platillo a la boca.
- ¿Qué ocurre?
Yo me encogía de hombros. Papá estaba demasiado ocupado enseñando a los chicos su colección de mariposas. Mamá dijo: “Sube a ver qué pasa”.
Mis tías asintieron, lanzándome miradas de preocupación. Al fin y al cabo, Lucas era mi amigo.
Salí de casa, pero no subí enseguida a la de Lucas. Me fumé un cigarrillo en las escaleras.
Mi amigo vivía con sus padres. Era el hijo pequeño de un matrimonio que lo tuvo demasiado mayor. Ahora, Lucas debía compaginar sus estudios con el cuidado de la casa.
Frente a la puerta no alcanzaba a oír los fuertes pasos de antes. Ahora apenas percibía un leve cuchicheo, interrumpido por un hipo de llanto.
Toqué el timbre. Los susurros cesaron. Apoyé la oreja en la puerta. Nadie abrió.
- Mamá, he llamado pero nadie contesta.
Mi madre y mis tías estaban demasiado ocupadas con sus cotilleos. Papá seguía mostrando a los chicos sus “gloriosas herramientas”: el fusil y los trofeos de caza.
*
Al día siguiente, mamá me dijo que al volver de la calle había visto salir un cadáver de la casa de Lucas, envuelto en una sabana, transportado por dos enfermeros que lo introdujeron en una ambulancia.
La portera dijo a mamá que el chico, Lucas, había aparecido muerto, con las venas abiertas, en el baño aquella mañana.
*
Dijeron que Lucas sufría de ansiedad, depresión o qué se yo. El caso es que el muy cafre se mató. Tiró por la vía de en medio. Hubo mucho movimiento unos días en casa de mis vecinos. Una semana después, era como si nada hubiese pasado.
Me encontré con la madre de Lucas un par de veces después del funeral. Traté de acercarme para mostrarle mis condolencias. Pero ella salió despavorida.
Aproximadamente, pasado un año del trágico suceso, la madre de Lucas se marchó de su casa. No nos dimos cuenta de ello enseguida, por supuesto. Papá habló un par de veces con el padre de Lucas y lo notó abandonado, ausente. Le preguntó por su mujer y él contestó con evasivas. La portera nos sacó de la duda.
- La mujer se largó, fíjese usted. La pobre no pudo soportar lo de su hijo. ¡Qué terrible, Dios mío!-, y se agarraba a la escoba. Y se mordía el labio. Yo asentía, claro, mirando al suelo.
Lucas era un fantástico cabronazo. Un perfecto artista, con esa aureola de malditismo que lo perseguía. Actuaba de un modo imprevisible, pero siempre a gusto con su personalidad especial. No me afectó mucho su muerte. Nos llevábamos bien, pero en modo alguno éramos íntimos.
Por eso me extrañó cuando una tarde de julio su padre me abordó en el portal y me invitó a subir a su casa. Lo noté nervioso y no quise contrariarlo.
*
Si he de ser sincero, me emocionó un poco ver la casa de Lucas por primera vez desde su muerte. Estaba muy cambiada, sumida en el desorden desde la marcha de su madre.
Permanecimos un rato en silencio, casi a oscuras, sentados en el salón. Las persianas estaban bajadas y sólo un resquicio permitía penetrar a los rayos de luz.
Él tomó la palabra.
- Te sorprendería la cantidad de veces que hemos hablado de ti en esta casa.
Asentí, pero me embargó un inexplicable sentimiento de culpabilidad.
- Todos te teníamos mucho aprecio por el tiempo que pasabas con Lucas. Él no solía hacer amigos….
Me sentía cada vez más incómodo.
- No sé si sabes lo difícil que era todo esto. Ser tan mayor, con un hijo como Lucas… ¿Quieres un café?
- No, gracias.
- Bien; te decía que éramos muy mayores para cuidar de Lucas. Él estaba cada vez más triste. Fue por la chica esa, tú debes conocer la historia ¿no?
Yo no tenía ni idea.
Meneó la cabeza con desaprobación.
- Mala chica, esa. Sabe Dios que fui severo con Lucas. “Supéralo hijo, hazlo por nosotros…” ¿Entiendes? Pero todo era inútil. Ver cómo tu hijo se te va…. Es horrible.
Se cubrió el rostro con las manos.
- Nosotros hicimos todo lo posible….- de pronto pareció recordar que yo estaba allí.- El día de la muerte de Lucas tú llamaste a la puerta, ¿no es así?
Como sacudido por un terremoto, reaccioné.
- Sí; llamé, pero no había nadie en casa.
- Lo sé.
- ¿Lo sabe?
- Sí, nosotros estábamos dentro. Acabábamos de hacerlo….- se puso a llorar.
- Señor, tranquilícese, por favor…Señor.
- Nosotros lo hicimos, chico. Mientras Lucas dormía lo sujeté de los hombros y su madre le cortó las muñecas.
Retrocedí hasta el pasillo.
- Era necesario. Nosotros ya no podíamos cuidar de él.
Llegue hasta la puerta.
- No iba a saber vivir sin nosotros.
Bajé corriendo a casa.
*
Encontré a papá muy ocupado, revisando su antigua colección de mariposas. Le conté lo sucedido. Él se detuvo un momento y me miró. Afuera había empezado a llover. Luego continuó como si nada.
- Ese hombre chochea.
Y clavó otra mariposa. El ruido de la risa de mamá y las tías llegó hasta nosotros. Papá sonrió.
4 comentarios:
¡ Impresionante!
senor, me ha sobrecogido
Quien eres?
Claro... quién se esconde detrás de este fantástico escritor?
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