Todos los fanáticos de
Vetusta Morla se parecen; sus detractores lo son cada uno a su modo. No soy
ningún especialista en la materia, pero la apuesta de los madrileños por
triunfar sobre las barreras más opacas del ‘indie’ me parece, en principio,
digna de elogio. La fórmula, sin embargo, no convence a todo el mundo. Algunos
reprochan la querencia de la banda por las palabras de tahúr que, afirman sus críticos,
parecen decir pero no dicen, escogiéndose unas cuantas, las más coloridas, para
provocar el entusiasmo del respetable, la entrega desaforada en el estribillo.
Hay muchos ejemplos. La letra de ‘Valiente’, por mencionar uno, donde la
incoherencia del mensaje y la solemne impostura del cantante, Pucho, desembocan
en dos versos insólitos: “Porque ser valiente/ no sólo es cuestión de suerte”.
¿Qué quiere decir eso? Lo que ustedes quieran.
La discusión es,
quizás, innecesaria. Las letras de las canciones no han sido nunca relatos de absoluta
coherencia. En los festivales contemporáneos, es más importante su conversión
en himnos que la posibilidad del análisis. Se trata de establecer, supongo, un
vínculo que funcione sobre el escenario y que ayude a expresar una identidad. Con
Vetusta Morla, la digestión no es fácil. Lean otros de los versos del grupo: “Quién
lo vio/ bailar como un lazo en un ventilador./ Quién iba a decir que sin
carbón/ no hay reyes magos” (‘Los días raros’). Tampoco aquí seguimos bien la
pretenciosa sucesión de imágenes, muy bella, pero inverosímil.
Y es que pienso en
Pucho y me viene la imagen de Pablo Casado. También los políticos con vocación
de gobierno parten de la existencia de una música de fondo que no debe
concretarse y que sirve, en realidad, para establecer las coordenadas de la
actitud. Como Pucho, Casado tenía el deber de mantener ese fondo de
inconcreción, pero quiso ir más allá. Esto en la derecha es peligrosísimo,
mucho más que en la izquierda. En España, el PP dice representar a un amplio
porcentaje de la población identificado con principios ‘liberal-conservadores’.
Casado ha venido -o eso cree él- a quitarse los complejos, recuperando el
orgullo del carné, los valores del partido, etc.
Parece
mentira que la derecha no sepa aún que su única posibilidad de éxito electoral
ha pasado siempre por la vía gris de la gestión económica y por una sola
palabra: España. ¿Qué más quiere añadir Casado? ¿El elogio de la
heterosexualidad? ¿La religión en las escuelas? ¿La negativa a la eutanasia?
Pero, hombre, si eso es pólvora en mal estado, quejas de mazmorra. ¿Cómo
defender un discurso contra la inmigración ilegal o el aborto en un contexto como
el actual? La derecha cree que su problema es la comunicación; en esa
ingenuidad palpita su deseo de mando. Pero el problema es la voz que se escoge
para destacar de la música de fondo, como hacen Pucho y compañía, pero sin que
desentone.
* Columna publicada el 10 de agosto de 2018 en El Diario Montañés
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