¿Qué después de esta vida tengamos que despertarnos un día
al terrible estruendo de clarines y trompetas?
Perdóname, Dios, pero yo me consuelo
pensando que el principio de nuestra resurrección
lo anunciará el simple canto de un gallo...
Entonces quedaremos todavía un minuto tendidos en la cama.
La primera en levantarse será mamá...
La oiremos encender sigilosamente el fuego,
poner sin ruido el agua sobre la estufa
y coger suavemente del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.
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