domingo, agosto 15, 2010
Me Hablaban De Zombies
No tardé en darme cuenta. Eso, al fin y al cabo, puede ser considerado como una ventaja. Es decir, no escudarse en las coordenadas propias y ser capaz, al menos, de reconocer. Lo he sido (creo que lo he sido). Y aprecio, y me doy cuenta de los silbidos, la tranquilidad que brinda la esperanza. Las carreras endiabladamente nerviosas de los niños, las regañinas de sus padres desde un equilibrio maduro y responsable. Las familias que aún pueden acomodarse y crecer y servir de apoyo. Es un salón amplio, en un centro comercial. Inmediatamente, se contemplan escenas repetidas, como extraídas de un molde cultural que no necesita renovarse porque sigue funcionando sin atascos. Carros de la compra, niños entretenidos con algún juguete regalado a tiempo para callarlos. Los altavoces escupiendo música. Pueden inventarse cientos de historias rocambolescas, llenas de fantasía y crueldad. Pero, ¡sería tan evidente nuestro desprecio a lo real, nuestra ceguera! Prefiero, hoy, la fotografía al retrato en este tema: la posibilidad de contentarse con la aceptación de una imagen o representación que parece extraña ante nuestra visión encenizada por el sarcasmo. Ya es en sí bastante truculenta la costumbre como para poblarla de miedos ridículos, de personajes inventados. Cuando, al contrario, es en lo sano y liso donde aparecen los monstruos; en lo más sereno y limpio, en adecuada respuesta hacia el mundo.
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