lunes, diciembre 27, 2010

Si Te Gusta Lo Que Ves


Tú no eres un caballero, eso le dije. No lo eres. Ni siquiera un hombre adulto, tal y como yo lo entiendo. No tuve ningún reparo. Le miré a los ojos, porque con estas cosas no conviene vacilar, ¿entiendes? Se lo solté sin más. Me miró como si no comprendiese nada de lo que le estaba diciendo, como si mis palabras no tuviesen fuerza. Una cosa extraña. Y me hizo gritar, que es lo que mas odio. Grité para que me oyera y para que las palabras le alcanzasen. Le dije: Yo soy como tú, sólo otra figura egoísta. Creo que fue un buen golpe. Porque nos colocó a los dos en el mismo fango. Así podríamos pelear. Hundidos los dos, ¿me sigues? Ahí, a ostia limpia. Sin pudor. Sin paños calientes o envidia. Contestó otra cosa. Me cambió de tema o me engañó. No sabría precisarlo. Estaba desando acabarme el té. Forcé a beberlo aún caliente. Me quemé la lengua. Todavía siento un cosquilleo en la punta. Se me llenaron los ojos de lágrimas, lo que dio más dramatismo, si cabe, a la escena. Yo sabía perfectamente que, si algunos de los dos se levantaba, habría pelea. Él hizo un ademán en algún momento. No reaccioné. Prefería no ser yo quien llevara la carga del primer golpe. Nunca llegó. No había mujeres cerca. No habría tenido importancia. Tú me conoces bien, amigo. Tú sí que sabes lo que es la vida. Y, como habrás supuesto, la discusión murió antes de empezar. Se disolvió y ninguno hizo el menor esfuerzo de seguir con la comedia.

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