Dice el escritor mallorquín José Carlos Llop
que en los diarios de la Segunda Guerra Mundial de Ernst Jünger el lector asiste a “la conversión del caballero Lanzarote en
el mago Merlín”. El compromiso definitivo del autor alemán con el análisis entomológico
del mundo -acusado, a menudo, de gélido e inmisericorde- confirma, en efecto,
la disolución de su juvenil y polémico espíritu belicista en una quietud
serenamente crítica ante las cosas, ajena al fragor de todas las revoluciones.
Jünger murió en 1998 a los 102 años, aupado a la categoría de “testigo del
siglo XX” por las principales figuras de la cultura y la política. A su retiro
en Wilflingen, acudieron en dócil peregrinación los más importantes mandatarios
europeos de la época, desde François Mitterrand a Felipe González. El venerable
intelectual los recibía a todos sin genuflexiones, como Merlín en el bosque.
Ernst Jünger formó parte de las tropas alemanas en
la Francia ocupada. El diario de ese periodo (1939-1943) se publicó
posteriormente en el primer volumen de sus ‘Radiaciones’. Siguiendo la estela
de Llop, parece evidente que el distanciamiento de Jünger ante el conflicto y
la convicción de encontrarse cerca del ocaso de la cultura occidental inhiben
al escritor en un universo propio, poblado de referencias oníricas y
literarias, desde el cual mantenerse fiel a su pensamiento pero sin emprender
el camino de la militancia activa.
Así, en su
anotación del 29 de septiembre de 1942, Jünger destaca el papel de la
propaganda como germen de un nuevo tipo humano que desdeña los valores y los
sustituye por “las leyes de la técnica mecánica”. No será el “hombre moral”,
añade el autor, el encargado de desactivar este artefacto ideológico, sino alguien
igualmente nocivo que habrá “aprendido la lección”. Cualquier esperanza en la
justicia es un puro espejismo. “Las cosas zoológicas -concluye Jünger- se
producen, antes por el contrario, en el plano zoológico y las cosas demoniacas,
en el demoniaco; es decir, el pulpo gigante atrapa al tiburón y Belcebú al
Diablo”.
Estos seres extraordinarios a los que se refería Jünger superan hoy las
barreras de la jaula donde los había encerrado la historia y ya sólo encuentran
resistencia entre sus iguales. Cuando la memoria no descubre razones en el
hábito de la moderación, todo se vuelve presente frágil e inflamable. Asusta
darse cuenta de la inutilidad del estado de derecho para oponerse a las voces
estimuladas por el cálculo del odio. De la izquierda populista a la ‘Alt Right’
más descarada -es decir, de Maduro a Trump-, existe la posibilidad de la
victoria para todos aquellos que abusan hoy de Gramsci (y de la hegemonía) como
de una droga intensa y útil para la conquista del poder. La falta de escrúpulos
de los aspirantes contrasta con la parálisis de las fuerzas tradicionales que,
simplemente, despejan la escena y se sumergen en un mar de eufemismos y de
control presupuestario.
*Columna publicada el 6 de abril de 2017 en El Diario Montañés.
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