Tal vez, bastaría con
deslizarse como una serpiente astuta entre las grietas del tiempo, aprovechando
el fruto que brota de cada experiencia. Habría, así, algo de lo que
enorgullecerse; un pequeño oasis de satisfacción en la sutil avalancha. La
agilidad del cuerpo acostumbrado al relieve de los días, sin temor a un mal
paso porque los malos pasos, precisamente, serían alimento y conquista.
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