La célebre tesis de Lukács sobre la novela histórica en Walter
Scott: los relatos se desarrollan a partir de un personaje medio (“mediocre”,
diría Jon Juaristi) que actúa como intercesor de los grandes partidos en
disputa. La historia se expone, así, desde un enfoque individualizado, huyendo
de la frialdad de la crónica. La receta se ha preparado en innumerables
ocasiones, aprovechando la atracción del rostro humano que parece rasgar el siniestro
velo de la política. Hay fenómenos recientes, como la serie ‘Roma’, de HBO,
donde las tribulaciones de Octavio y Marco Antonio se compensan con la lucha
por la supervivencia de Tito Pulón y Lucio Voreno, sujetos mencionados
por Julio César en su ‘Guerra de las Galias’ y recuperados aquí como réplica
callejera a las conspiraciones patricias.
La posibilidad, en
definitiva, de oponer una razón moral desde la humildad desarmada. También lo supo
ver Tolkien: a Frodo Bolsón se le encarga portar el anillo y destruirlo porque
sus aliados lo consideran inofensivo, incapaz de generar un desastre de
envergadura. La trilogía funciona desde los dos planos: la gran política de
alianzas y batallas en la Tierra Media y el paso vulnerable, casi anónimo, de
Frodo hacia el Monte del Destino. A este respecto, se ha dicho que Tolkien
-cristiano de Oxford- inyecta la confianza religiosa en lo pequeño, la
salvación que irrumpe en un pesebre. El lector acompaña gustosamente a los héroes
en la medida en que no se atribuyen majestad. Frodo y Sam cumplen con su misión
y vuelven a la cotidianidad de los márgenes. Pero, el contacto con el mal
imposibilita a Frodo para seguir compartiendo lugar con los suyos. Aviso para
navegantes.
El reciente anuncio
de convocatoria electoral, realizado por el presidente Sánchez, apenas unos
días después de la manifestación de PP, Ciudadanos y Vox por la unidad de
España, ha permitido situar el debate político en términos medianeros. Primero
fue el relator, figura epatante y de corto recorrido, que erosionó aún más la
credibilidad del Gobierno. A continuación, los presupuestos. Un PSOE acorralado
por su minoría parlamentaria que se ve en la obligación de colocar las urnas.
Pero, en
un inesperado giro de los acontecimientos, los medios y las redes han comenzado
a situar a Sánchez en un espacio de sensata centralidad frente a los
incendiarios de todas las banderas. El sustrato moral con el que Frodo se
animaba a dar un paso más en su peregrinación a Mordor se convierte aquí en la
dramática derrota de unas cuentas supuestamente benéficas. Pedro Sánchez se
parece mucho a Frodo; también en su irrupción como protagonista. Los
dubitativos cálculos de Susana Díaz lo alzaron como primer secretario de un
PSOE en horas bajísimas, mientras las suspicacias del Concilio de Elrond
obligan a Bolsón a asumir el reto. Eso sí, a este último, con todo ganado,
tuvieron que quitarle el anillo a mordiscos. Ojito con los líderes de
circunstancias.
* Columna publicada el 20 de febrero de 2019 en El Diario Montañés