viernes, febrero 08, 2019

Tres claveles*




Cuentan las crónicas que, la noche en que los iban a matar, Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García (joven matrimonio sevillano) disfrutaron del calor de la amistad y del placer que brota entre copas y risas, olvidando todos los peligros del mundo. Imaginamos que, de camino a casa, la pareja tendría aún el paladar saturado de esa felicidad escueta que proporciona una vida cuando avanza. Pensamos en ambos -en la incipiente madrugada y en su último paseo-, convencidos de que nada iba a interrumpirse.

Del concejal Jiménez-Becerril y de su esposa uno empieza a saber demasiado tarde, cuando ya ha irrumpido la muerte. Las primeras aproximaciones de la memoria, las palabras de homenaje, los llantos y las condenas tienen el color de la tinta, la voz grave del parte informativo. Es insuficiente y, en consecuencia, la rapidez con la que el duelo se desata sugiere la posibilidad del arreglo; como si aún pudiera deshacerse la tragedia.

Parece que fue ayer porque volvemos con facilidad a esa mañana de enero; a ese cuento cruel de tres niños que acaban de quedarse huérfanos y que duermen en la confianza de ver a mamá y a papá a la mañana siguiente. Esos niños ahora ya deben de ser adultos, pero nosotros los evocamos como presos de una infancia interminable, congelada en aquella noche de 1998, en la que, quizás, oyeron desde la cama los disparos que los esbirros de ETA descerrajaron sobre sus padres, por ser españoles y militantes del Partido Popular, a pocos metros de la casa.

Fue, creemos, hace poco tiempo, pero, en realidad, han pasado veintiún años. El relato de la época de crímenes terroristas parece, sin embargo, perder nitidez, como aquellas fotografías de Marty McFly. Hoy, pocos hablan ya de la violencia totalitaria; del asesinato justificado por los enemigos de la libertad. Y los tres claveles que llevaba en la mano Ascensión García, como un regalo para sus hijos, quedaron sin entregarse, tendidos sobre la acera de Sevilla, como símbolos de la paz que nadie recoge en esta España colmada de beligerancia y sacrificios. No perdonamos a la vida desatenta. 

* Columna publicada el 6 de Febrero de 2019 en El Diario Montañés

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