¿Sobrevive
la infancia a militantes e ‘influencers’? ¿Su prolongado ejercicio prepara al
ser humano para la vida adulta? En los años previos a la marea digital, el
intercambio de información permitía la existencia de algunos espacios libres
para los sueños del futuro. Quizás fuese un malentendido, pero nos parecía que
las horas del día se invertían en algo más que en Cataluña o en el coronavirus.
Aún
quedaban, pensábamos, jirones de religión y de moral en los bordes de la sociedad
abierta, declarada triunfante de la Guerra Fría, una vez destruido aquel ogro
totalitario. Leíamos a Michael Ende o a María Gripe; confiábamos en la amistad,
más allá del dinero, con historias que nos hicieron creer -¿ilusamente?- en la ciudadanía.
Mientras
los niños de entonces se empapaban de la propaganda gubernamental que les
advertía contra el racismo, la deforestación y las fronteras, otros apuntalaban
un mundo nuevo, repleto de imágenes sin poso. Era esa vocación de la infancia
incompatible con el futuro realmente existente; el de la competencia feroz y la
amenaza de la precariedad. Pero lo era también y, sobre todo, con aquella que
resiste el paso del tiempo: la del mando. Esta no necesita amistad, ni
honradez, ni decencia.
Contaba
el crítico Joaquín Vidal -nacido, por cierto, en Santander- que, en la
posguerra civil española, los taurinos perpetraban infracciones clamorosas
contra la integridad del espectáculo, lo corrompían de todas las formas
imaginables, pero siempre con un reconocimiento del pecado cometido y, por lo
tanto, con un esfuerzo para ocultarlo. Sin embargo, opinaba el difunto Vidal
(hoy casi olvidado o despreciado por figuras y empresarios), los taurinos de
los primeros años del siglo XXI pecaban con absoluta desfachatez y sin atisbo
de culpa.
Desconozco si los taurinos de
hoy continúan por esa senda; no sigo la Fiesta, o lo que queda de ella. Pero
evoco a Joaquín Vidal y pienso en los pecados que ya no se toman como tales;
que han pasado a ser simples instrumentos para alcanzar el poder y conservarlo.
Y que ni siquiera se echan en cara. Como la mentira, llamada hoy “diálogo” o
“negociación”.
* Columna publicada el 5 de Febrero de 2020 en El Diario Montañés
(Foto: EFE)
(Foto: EFE)
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