martes, enero 20, 2015

Gobiernos





El verbo primitivo: gobernar. La voluntad de mando sobre otros. Para tener éxito, el desprecio es irrenunciable. El ‘interés general’ no cabe entre iguales, entre amados. La distancia condiciona el poder, lo llena de Espíritu Santo. “Que coman pasteles”, dicen que dijo María Antonieta. No hace falta recurrir a tal exceso. Basta pensar en el latín de la corte política y religiosa. O en la realeza europea, que habla en francés, obviando la lengua de las masas, mientras sus príncipes conspiran y se enamoran. En definitiva, ¿por qué gobernar?

La secta, ésa es la cuestión. El clan que compone himnos, elabora acciones y discursos. Siempre mandan algunos. O lo pretenden. Su teología fecunda las décadas. En consecuencia, se trata de un fenómeno de sustitución. Aquí, nadie va a ir al fondo del problema. Eso hay que tenerlo claro. La política de partido no se sostiene sobre el análisis, eso sería perder el tiempo. Lo gordo es la emoción, el eslogan. Primero, la frase. El sentido ya vendrá después. La democracia que ustedes se imaginan, así, fetén, es un asunto demasiado precioso para que abunde. Si no quiere reducirse a un simulacro, necesita apoyarse en sociedades libres, adultas y maduras, con una base civil poderosa e independiente, que realmente tome las riendas del poder. En España, sin embargo, insistimos en cambiar un dogma por otro. Ahora, quieren una iglesia nueva, que controle los medios de comunicación, la justicia y el dinero. Lo novedoso y revolucionario -apartar a la política de los medios, la justicia y el dinero, repartir las posibilidades de decisión- no puede presentarse a las elecciones. Mejor dicho, no puede aspirar a ganarlas. La prensa, que tanto debe y a quien tanto deben, se encargará de dirigir los cambios de fe. Pero la fe, propiamente, sobrevivirá siempre a cualquier crisis.

Piensen en todas esas mareas de indignación ciudadana, acampadas y escraches, y en cómo han cristalizado, grismente, en un claustro. Así mueren y resucitan las democracias. Cuando la asamblea cabe en una habitación.       

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