viernes, julio 01, 2016

Inanidad*



Las preguntas que verdaderamente dañan al ser humano son rotundas, pero escasas; tenemos esa suerte. “¿Hay un dios salvador?”, “¿la vida tiene sentido?”, “¿por qué perdemos a tanta gente amada?”. Con estas tres rocas sobre los hombros, aún podemos sobrellevar los días, cumplir con nuestras responsabilidades y aproximarnos sin vacilar al precipicio de la vejez y de la muerte. De algún modo, confiamos en que brote la respuesta de su mera formulación. Algunos maestros espirituales afirman incluso que “si existe la sed, existe el agua”. ¿Quién puede estar seguro?

Sin embargo, cabe la cruel posibilidad de que todo sea humo, ilusión, espejismo. Nuestros amagos de verdad, nuestros balbuceos, son siempre previos a las preguntas. Necesitamos que haya una razón para el sufrimiento, para las derrotas. Es descorazonador, aunque puede resultar fácil de entender porque la carne es débil y el miedo acecha.

El pasado lunes, en plena resaca electoral, las redes sociales rebosaron de preguntas y lamentos. “¿Cómo es posible -escribían los decepcionados- que el pueblo español haya votado a la corrupción?”. También esta vez, la respuesta nació antes y con fuerza. Algunos (los más bravos) se ahorraron los interrogantes y hablaron directamente del carácter “fascista”, “analfabeto” y “casposo” del país. La autocrítica de los vencidos brilló por su ausencia y primó el ya emblemático “España no nos merece”.

Si la sociedad española votó a la corrupción, efectivamente no valdría la pena ni salir del portal. Los criminales y sus cómplices camparían a sus anchas, exigiendo mordidas y derechos de pernada; no habría antídoto eficaz porque el derrumbe ético sería de tal magnitud que sólo una revolución (supuestamente la de los perdedores) asearía las calles y ventilaría las moquetas. Pero, ojo, si, por el contrario, se trata de una elección coyuntural de los votantes, quizás nos estamos equivocando de pregunta.

Propongamos otra: ¿por qué la sociedad española ha decidido votar al PP a pesar de la corrupción? Como verán, es parecida, pero no idéntica a la anterior. Esta nueva pregunta abre perspectivas, crea posibilidades. En definitiva, rescata el asunto de las garras de la estigmatización y de la condena moral. Así, los españoles ya no serían demonios miserables, sino personas que han elegido una opción entre otras.

Una respuesta posible sería la siguiente: el Partido Popular ha logrado conservar su espacio en el centro del tablero; el mismo espacio al que antes aspiraba el PSOE, confundido hoy entre mareas y círculos que le disputan el voto de la izquierda ‘indignada’. Pese a los casos de corrupción, los desahucios, la austeridad y la inexistencia de un contenido ideológico reconocible, el PP está a salvo en ese lugar escueto del “sentido común”. Sin ilusión ni voluntad de grandes victorias, Rajoy y compañía han convencido al personal de que el PP es la última línea de defensa contra la fragmentación del país y la irrupción del populismo. Con esa bendita inanidad les basta.

*Columna publicada el 30 de junio de 2016 en El Diario Montañés.

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