Hoy
en España hay uno que manda. Eso es tranquilizador. Al país le hacía falta un
asidero sólido, un navegante confiado. El PSOE de Sánchez avanza con la
graciosa inercia de las victorias. Los compañeros del líder -algunos de ellos, antiguos
rivales- aprovechan la estela ganadora y apuntalan su brillo en las provincias
y en Europa. Es bueno comenzar teniendo claro quién manda hoy en España.
La
victoria de uno, cuando se da así, rotunda, envejece rápidamente a los demás,
aunque a algunos, cierto es, más que a otros. Podemos confirma dramáticamente
que la buena salud socialdemócrata convierte siempre a los radicales en excéntricos
que sobran por su cargante moralina. A Iglesias, claro, le costará asumir una
responsabilidad que, tomada en serio, lo conduciría de vuelta al aula.
¿Y
Rivera? Ciudadanos sigue celebrando los arañazos que le propina a Casado, con
la ilusión de ser un recambio para el PP. Enmarañados ambos en la trampa de
Vox, cegados por la ambición de las matemáticas en Madrid, carecen del empaque
de los partidos de Estado y de la seguridad de las candidaturas ganadoras.
Pero
Ciudadanos aún puede salvarse de la impresentable política de bloques, en la
que uno gana o pierde por una pizca -y que parte España por la mitad-,
escapando de la identificación con Abascal. Quizás, la pérdida de peso de
Iglesias abra un espacio de entendimiento entre socialistas y naranjas, arriesgándose
estos últimos a la enésima pérdida de credibilidad. No sé yo si está la cosa
para martirios.
Cantabria, por su parte, es la
excepción, con Navarra, y resiste la alegría socialista. Zuloaga mantiene al
partido en resultados impropios de su marca electoral. Revilla ha obtenido, al
fin, la victoria. Quince diputados que completará con el PSOE, suponemos, por
aquello de estar en comunión con el que manda.
* Columna publicada el 28 de Mayo de 2019 en El Diario Montañés