viernes, noviembre 11, 2005
Ortodoxia
- Cuando Fernando Savater, Arcadi Espada o Federico Jiménez Losantos escriben un artículo, o leen un manifesto es curioso pensar que su discurso entra dentro de lo razonable, es decir, de lo que se le exige a un intelectual en la posmodernidad. No lo juzgo, a decir verdad lo veo necesario por cuanto envuelven su ideología con vestido razonable y argumentativo. No obstante, sus palabras claves, aquellas que de alguna manera simbolizan sus tesis, adolecen de verdad por cuanto manidas. Es decir, cualquier lector se distrae pronto de “libertad de expresión”, “democracia”, “libertad de mercado”, “división de poderes”, “civilización occidental”, etc. Todos sabemos que esas frases representan fundamentos políticos absolutamente fundamentales en el siglo que habitamos pero me parece que el compromiso que engendran es escaso. Es decir, salvo Fernando Savater, que se juega la vida a diario por sus ideas, el resto de intelectuales que habitualmente leemos en la prensa parecen hablar todos de lo mismo. Por lo tanto imagínense mi satisfacción al leer de cuando en cuando los soberbios artículos que suelen escribir en medios absolutamente distintos dos escritores: Belén Gopegui y Enrique Álvarez. Ella, madrileña, 43 años; él leonés afincado en Cantabria, y algunos años más. Ella defensora a ultranza de la revolución cubana, él, católico convencido. Ambos desde dos tribunas antagónicas muestran su ideología con la valentía de quien sabemos está dispuesto a perder algo, a jugarse su integridad aunque sea culturalmente hablando en pos de sus creencias. La ortodoxia de los dos es compromiso verdadero en el sentido de que simbolizan la “voz de la ciudad”, representando a los que quieren saber más de otros mundos y menos de lo mismo de siempre.
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