Sois malvados e
injustos con la monarquía. Imaginad la decadencia: pasar de la represión a la regata,
del poder sin réplica a la entrega de trofeos. Os parece demasiado cómodo y
superficial, pero gestionar una pérdida siempre produce vértigo. Y la corona es
hoy una pérdida que se concreta en el brillo cutre de esta tierra de emprendedores
y políticos que necesitan de un símbolo paternal que justifique su dominio.
¿Qué te pueden contar a ti, precario, parado, sobre el sacrificio quienes
gastan su vida adulta entre cuentas y escaños? Poca cosa. Nada.
De ahí, la imagen
moldeada del primer hombre del país, dispuesto a blandir su espada contra el
enemigo, más allá de cualquier intriga. Sorprende que la monarquía no tenga en
España aún más aceptación, aunque la espada sea hoy tijera con la que cortar la
cinta en las inauguraciones. Al fin y al cabo, la institución se fundamenta en
sostener algo: una familia, un deber, una suerte, frente a la frágil realidad y
a las promesas de ruina. Podría aparecer como un estímulo
para las masas. Un león entre hienas. Ni siquiera eso. Un buen amigo me dice:
“si a la corona le quitas la tradición, se convierte en una familia de pijos
subvencionada”. Claro. Lo verdaderamente triste es que el rey de España no
pueda hoy permitirse el lujo de ser un carca, un verdadero emperador
malhumorado y distante, como en Japón o en el Reino Unido. Para garantizar la
supervivencia del trono necesita hablar del medio ambiente, de la transparencia
y de las lenguas minoritarias. Parece un subsecretario disfrazado de rey, como en la ‘Casa de locos’, célebre cuadro de Goya, sin
ansiedad por un protocolo inhumano.
Imagino a Felipe VI,
tras despedirse con un beso de Leonor y de Sofía, quitándose el fajín con gesto
taciturno. Veo al recién estrenado Borbón en zapatillas de andar por casa,
abriendo la puerta de la nevera y cogiendo una San Miguel. Letizia también se
va a dormir. Queda sólo el nuevo rey, en pijama, con una cerveza en la mano.
Suspira. Quiere ser un carca, un verdadero animal de poder. Mientras su nación se deshace y sus partidarios reprimen las apetencias republicanas, Felipe quiere ser Tywin
Lannister.
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