La ausencia es un
espacio, no pretendo ser original. Una cama vacía, un cubierto sin
aprovecharse. El número que no se marca en el teléfono. El hueco en el sofá.
Los libros… Las ganas que quedan, como ese brazo amputado que, sin embargo,
escuece. Se ha dicho muchas veces. Que, a partir de ahora, reconozcamos que la
vida consiste en asumir ausencias, en avanzar a golpes y tristezas, con
ambición y sensatez. Y con alegría, que todo cabe. Despedir, y despedirnos, de
las promesas. Recibir, mortificarnos. Beber de los días como de un pecho
generoso. Dirigirnos, dulcemente, hacia la destrucción. Amar y comprender que
no todos van a poder verlo. Que hay círculos definitivamente cerrados.
Amar, amar. Y la memoria.
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