miércoles, marzo 28, 2007

Preterición

- Lo que no decimos porque tememos y no encontramos las palabras. Generalmente, sí, es que tememos y no queremos caer en una estación de oscuridad tras el júbilo. Preferimos mantener la duda, una esperanza mal alimentada sin la intención de trabajar la felicidad o lo que éste pudiera ser. Muchas veces lo he pensado. Sobra decir de nombres, de anécdotas, de alguna escalera muy transitada hacia esa habitación de intimidad que pudiera acogernos y hacernos crecer. Quedamos con los fetiches, lo cotidiano que no aporta sino memoria, un pasado rancio y, así, revivimos otro tiempo y lo pervertimos.
No costaba nada apartar la sábana, hablar al oído, compartir con ojos y manos toda la sucesión de calles y cultura capitalina. Poder enfrentar al monstruo del tedio como un sarampión infantil.
La ruina ineficaz pero muy dura. No ha sido fácil. Hoy el brillo de la nueva ocasión. Y, de vez en cuando, me ilusiona ser un secreto que te guarda la vida mientras me interesa ese mundo que vas a conquistar (¿conquistar?): dominar. Y me apasiona tu doble condición. Esa segunda opción que no florecerá pero dará que hablar y que sentir. Porque tú mantienes ese poso oculto de la contradicción.

1 comentario:

La estatua del jardín botánico dijo...

Supongo que todos llevamos ese poso de contradicción, nuestro A y no A, en el fondo de propio mar.
Y sí, es cierto, pervertimos los recuerdos. El mundo es como es y ocurre como ocurre pero casi nunca fue como fue ni ocurrió como ocurrió.
Hoy me gustaría ir por las calles de cualquier ciudad con el sarampión de la curiosidad.