- Concluye el ciclo “Sahara Occidental, el sentimiento de un pueblo” con la esperada conferencia del poeta Limam Boicha. El salón habilitado ad hoc por Caja Cantabria se quedó pequeño una vez más ante la asistencia de amigos, camaradas y curiosos. Un lleno espectacular que demostró una vez más a los escépticos la rabiosa actualidad de la que goza un tema como el del conflicto de la antigua colonia entre el pueblo español.
Limam Boicha llegó puntual con una apariencia de humildad y de serena inteligencia y, silenciosamente, tomó asiento y comenzó una emotiva conferencia empapada en poesía y llena de ilustrativas anécdotas sobre la idiosincrasia del pueblo saharaui.
Mientras hablaba, tuve cuidado en fijarme detalladamente en un hombre que hoy, aquí, servía de ejemplo, de abanderado, de representante también (¿por qué no?) de toda una nación explotada, marginada como pocas y, además, silenciada en los medios de comunicación de nuestro país.
Capté al instante, su “castellano musical y dulce”, en palabras de Gonzalo Moure, su condición de hijo de su patria y también de ahijado del pueblo de Cuba , que lo cobijó y educó durante 12 años. Su pequeña estatura, su mirada profunda y el color cobre de su piel parecían decirnos: “esto es lo que somos, esta piel preparada para el sol, esta elegancia que sólo el desierto y la penuria puede otorgarnos y que convertimos constantemente en dignidad y lucha”.
Pausadamente, el poeta, inició su corto (¿corto?, ¡más de una hora!) pero intenso relato. Su vida, sus anhelos, su identidad quedaron al descubierto en pocas palabras que sonaron a muchas voces. Nos contó de la hospitalidad de sus conciudadanos: cenan tarde (casi a las doce o la una de la madrugada) pos si el desierto trae a algún viajero con más necesidad de probar su pan y beber su té; de su trabajo para poner en claro su identidad, su redescubrimiento de las raíces culturales de su pueblo…Nos habló de los caminos de la infusión casi sagrada de los saharauis: amargo, como la vida; dulce, como el amor; y suave, como la muerte. Tanto que escuchar y que compartir con un viajero y un amigo noble.
A lo largo de la conferencia, se sucedieron tres palabras que, indistintamente, me iba sugiriendo la voz de Limam: al principio,
Movimiento; el movimiento de un nómada. Primero como hijo de nómadas del desierto, y luego, también, como exiliado en el Caribe. Más tarde,
Identidad; la que busca en su regreso, la que encuentra, al fin, entre los suyos. Por último,
Sustancia, la que solo puede dar la tierra y la vida entre la gente. Sus poemas, pues, son parte de su camino, de sí mismo.
Ahora, para terminar, comparto con vosotros un poema de su libro: “Los versos de la madera”:
Mi padre me dijo:
“Yo nací el año
de los dientes verdes
de los dromedarios”.
Ahora yo me pregunto:
¿Qué hemos hecho de nuestros años,
tan lejanos y estrechos?
¿Cayeron malbaratados
entre el olvido de la tradición
y la sed de las dunas?
¿Se esfumaron en el aire
como haces de leña?
Buscad los años en la poesía
Huesos de la memoria,
Como nuestros antepasados.
Nuestros años son versos,
Como una lluvia de estrellas,
Como la hermosa yerba
O el parto de las abejas.
Estos son nuestros años
Abandonados,
Esqueletos trágicos
Como grandes tormentas,
Como una lluvia roja
O un vendaval de langostas.
Y no estos otros
Incipientes y artificiales
Que ahora colgamos
Del almanaque
De nuestros sueños.
(
Mitología).