lunes, abril 05, 2010

Sara



Año 1975. Bob Dylan, inmerso en sus problemas maritales con Sara Lownds, inicia en Nueva York la grabación de su álbum Desire, disco compuesto a medias con el autor teatral Jacques Levy. La pareja llevaba tiempo separada. No obstante, el último día de julio tuvo lugar un hecho importante. Howard Sounes lo narra así en su libro: “Bob Dylan- La biografía”:

Sara Dylan se presentó de improviso la noche de la segunda sesión, el 31 de julio. “Me parece que había ido a Nueva York para averiguar si había alguna posibilidad de reconciliación. Creo que eso era lo que ella pensaba. Y estoy seguro de que es lo que pensaba él”, señala Levy, que no había visto a Sara en todo el verano (ella había estado de vacaciones en México). Bob volvió a entrar en el estudio con su banda y cogió la guitarra. Cantó “Sara” para su esposa mientras ella lo miraba desde el otro lado del cristal (…)
“Fue extraordinario. No se oía ni una mosca –sostiene Levy-. Ella se quedó absolutamente impresionada. Y creo que aquel momento marcó un giro en los acontecimientos… Funcionó. Los dos volvieron a reconciliarse de verdad”. Aquella extraordinaria primera toma de “Sara” fue el último tema de Desire.

Sin embargo, el matrimonio acabaría rompiéndose definitivamente dos años después.

viernes, abril 02, 2010

Recoger


- Parece que se esfuma cualquier esperanza de felicidad.

- Bueno, creo que, claramente, está exagerando.

- Créame, usted no conoce a esa mujer. Nos ha tenido a todos tanto tiempo en la palma de su mano…

- Lo quiere a usted, no le dé tantas vueltas a la cabeza, hombre. Además, se trata precisamente de esto. Ella está ahora en la casa porque lo quiere.

- No, lo importante es que ella está ahora en la casa. Está sola en la casa y yo estoy aquí, hablando con usted, ¿comprende?

- Vamos a ver. No se haga mala sangre. Por lo que me ha contado, él ha ido a recoger sus cosas. Ella lo está esperando. Le dará lo que le corresponde y ya sólo quedarán ella y usted. No es mal plan.

- Parece mentira, Pepe, parece mentira que usted no conozca la capacidad de las mujeres para convertir cualquier momento en una oportunidad para la traición.

- Pero, hombre…

- ¿Quién me dice a mí que ella no lo ha invitado a pasar o a tomar un café?

- No sería descabellado. Un gesto de buena educación.

- Del café a la cama no hay más que un detalle, una mirada, un recuerdo…

- Esto puede acabar con usted, no siga. Al final terminará por crearse toda una trama en la cabeza y eso lo destruirá. Déjelo estar. Disfrute de la confianza. También eso es posible. Tomarse una cerveza, como lo está haciendo ahora, hablando conmigo. Y ríase o hábleme de la crisis o de fútbol. Dios sabe que no puede estar así toda la vida, amigo. Cambiemos de tema. Acomódese en el taburete. Pondré el partido. Yo creo que está a punto de empezar…

- Tres años. Eso no desaparece por arte de magia. Siempre quedan rescoldos ¿No suele decirse eso? Yo soy el paria. Hablo con usted mientras ella puede estar acercándose a él. Es posible que piense: “Por los viejos tiempos”; o: “Uno de despedida”. Así funciona la cabeza de la gente. Y luego me dirá: “Recuperé sentimientos que creía muertos”.

- Mire, todo es posible ¿Puede que ella esté ahora tirándose al sujeto en cuestión? Es posible, claro que sí. Y es mejor así, no lo dude. Si tiene que ser, será. Todo está como debería estar. Siempre es así, al final.

- Muy Zen me parece a mí eso.

- No es Zen. Es la vida. En cualquier otro momento, usted podría ser ella, o incluso ese hombre.

- Desde luego. Pero yo ahora soy la víctima.

- ¿Pero qué victima? Usted es alguien que va a ver un partido conmigo ahora mismo y al que voy a invitar a un par de cervezas ¿Qué me dice? Puede sentirse afortunado.

- Buen intento, de verdad. Pero me tengo que ir.

- No vaya, hombre de Dios.

- Debo hacerlo.

- Mire, empieza el partido.

- Déjelo. Es inútil.

- Acépteme otra cerveza, al menos, antes de irse.

- Es tarde. Tengo que ir a casa.