viernes, octubre 09, 2020

Príncipes fugaces*



Es posible que ocurra en otras disciplinas, pero la literatura parece especialmente predispuesta a alimentar biografías ocultas, acaso dominadas por un misterio indescifrable. No son pocos los escritores que atraviesan su tiempo desde el secreto de una voz que rechazan prostituir en publicidad o en tertulias. En la obra magna y el perfil bajo destacan, claro, Rulfo, Pynchon o Rimbaud. Nuestro Claudio Rodríguez también sabía mucho de cómo la palabra puede volar alto mientras el hombre participa de la cotidianidad sin pretensiones. 

A menudo, al contrario de lo que podrían pensar creadores como Artaud sobre la necesidad de convertir la vida en un poema, la vocación literaria propone un encuentro sencillo entre el autor y la obra; un instante -más o menos duradero- capaz de alumbrar relatos y versos con fondo humano. Resulta complicado no pensar aquí, por ejemplo, en Antoine de Saint-Exupéry, autor de ‘El Principito’, cuya trayectoria parece desdibujarse en una niebla tenaz frente a la popularidad de su novela.

Y eso que Saint-Exupéry tuvo una vida llena de aventuras. Es conocida su faceta de aviador en varios continentes, así como sus viajes de periodista -también a la España de nuestra Guerra Civil- y su exilio en Estados Unidos tras la ocupación alemana de Francia. Es famosa también su muerte, su desaparición, pilotando en un vuelo de reconocimiento sobre las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

Que el rastro de Saint-Exupéry se perdiera de esta forma a la vez heroica y enigmática, ahonda en el misterio que destila ‘El Principito’; en ese encuentro -¿exterior o interior?- entre el aviador perdido y el niño que desprecia y cuestiona todos los supuestos valores de la civilización. De algún modo, el autor llega más hondo a la hora de relatar sus experiencias, sus accidentes y peripecias, en este cuento íntimo, sólo infantil en apariencia, que penetra en las mentes adultas como un filo inquisidor. Ya saben: “las personas mayores son incapaces de comprender algo por sí solas y es muy fastidioso para los niños darles explicaciones una y otra vez”.

* Artículo publicado el 14 de Agosto de 2020 en el suplemento Sotileza de El Diario Montañés