miércoles, enero 15, 2020

Del club al cilicio*



Con o sin acierto, la crisis trajo consigo la aceptación por el respetable de un relato funcional; a saber, la culpa del estropicio económico la tuvo el mercado libre, la desregulación y la complicidad de la socialdemocracia con los envites del capitalismo. Las posibilidades de la opción partidista y la voluntad de oponer a la angustia existencial una solución de máximos espolearon a la hasta entonces adormilada clase revolucionaria que, para combatir la precariedad y la desigualdad, se dispuso en perfecto orden militante a ocupar las plazas y a convocar escraches.

La resurrección de la política occidental tuvo una primera víctima que ya estaba grogui antes de la batalla: la idea de libertad. Si se fijan, apenas nadie pronuncia esta palabra, carcomida hoy por sus demonios ‘thatcherianos’ y que evoca señores con puros y niños cosiendo balones en Bangladesh. Casi ninguno de los profesionales de la contienda pública juega ya la carta de la libertad, únicamente tolerada si se trata de apelar a derechos colectivos, más fácilmente domesticables.

No podemos saber cuál será el resultado de esta reacción institucional en un futuro próximo que promete ser descaradamente autoritario, ya sin ningún sistema de valores que pueda replicar la ideología del trono. Nos encontramos aún en la primera fase experimental, en la que, poco a poco, los políticos y los medios van sembrando la teoría del último tren. Urge, según dicen, tomar decisiones, aunar las conciencias en una movilización total que nos salve. Pero, ¿salvarnos de qué? Pues de todo: desde el cambio climático al patriarcado, pasando por las corridas de toros. Eso sí, no parece que ninguna de estas iniciativas vaya a tocar lo que Raymond Williams bautizó como “núcleo duro de lo social”, pero todo se andará.

La construcción de una realidad nueva, sostenida en creencias para estrenar no puede hacerse de repente. Es necesario convencer de que el político es el ingrediente único de la felicidad comunitaria. Esta temprana aproximación al fenómeno me recuerda aquello que me contaron algunas personas que, durante su niñez, tuvieron experiencia en el Opus Dei: al cilicio se llega por el club deportivo.

* Columna publicada el 08 de Enero de 2020 en El Diario Montañés

miércoles, enero 08, 2020

En tu secta me colé*



Es una frase que se ha pronunciado muchas veces -forzando, a menudo, su significado y epatando al personal-. Se la atribuyen a Darwin, el de los monos: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. La cita, lejos de oscurecer las perspectivas de análisis de los fenómenos biológicos (o políticos), inspira tranquilidad y optimismo.

Y es que en esta época de revoluciones semanales, de ideologías criminales redivivas y de retorno a la política sacrificial, merece la pena admirar la pericia de quien es capaz de colarse entre los poderosos. No es otra cosa, en definitiva, que el triunfo del pícaro en territorios dominados por la hipocresía y la falsa moral. Hay mucha belleza en ello. Resulta cautivador contemplar los movimientos del animalillo, del cachorro bravo, por ejemplo, exigiendo su lugar en los juegos de la manada. Los grandes y fuertes, los del discurso inquisitorial, avanzan, casi siempre, con pasos torpes, dejando huecos por donde se cuelan los supervivientes.

De ahí que, la trayectoria pública de Pedro Sánchez sea tan atractiva para el espectador desapasionado. Piensen en su origen: en un principio, fue la pieza, supuestamente provisional, que Susana Díaz colocó en el tablero para defenderse de Madina en aquella pugna por la secretaría general del PSOE. Luego, cuando la dirigente andaluza reivindicó su derecho dinástico, vino su conversión en el ‘outsider’ que enarbolaba las esencias del socialismo militante contra el IBEX.

Desde entonces, bien apuntalado el mando, lo hemos visto subir y bajar por los principios, utilizándolos y desechándolos a su antojo, con una tremenda habilidad para que semejante vacío ideológico, si se notaba, no tuviera impacto en la opinión pública. Que haya logrado esto hoy, en los tiempos de las sectas y el dogma, es algo, sencillamente, espectacular. Sus más recientes cambios, de la “crisis de convivencia” a la “crisis política” en Cataluña; del insomnio inevitable si Podemos pisaba moqueta al “acuerdo progresista” con Iglesias, son más bellos que cualquier manifestación o compromiso. Es la política, en vivo, para todos ustedes, ciudadanos.

* Columna publicada el 27 de Diciembre de 2019 en El Diario Montañés