viernes, mayo 17, 2019

Contemporáneos*



Del “hay que ser absolutamente moderno”, de Rimbaud, a la más reciente expresión de ruptura con el tiempo y con los otros, pronunciada por el paleontólogo Juan Luis Arsuaga: “seamos contemporáneos, vivamos conscientemente nuestro momento”. El hombre, como gran verdugo de culturas y de dioses. El peligro se desvela, quizás, en la violencia previa al desastre, con el espejismo de solución o de muerte.

Existe hoy, en efecto, una tentación de novedad que disuelve los lazos de la historia. Hablamos, sin escrúpulos, de la sociedad del emprendimiento, el “Gobierno de los Autónomos”, que diría el Ícaro naranja, y los esclavos del IVA trimestral. Ninguna excepción se conserva, ni espacios sagrados o para la congoja. Las llamas en Notre Dame no han devuelto la cordura a la generación de los ‘like’. Nadie parece asumir que la pérdida de la catedral habría supuesto la confirmación de nuestra desventaja en la línea del tiempo.

Pero, ¿acaso puede medirse la calidad por un recuerdo? ¿No es el arraigo en el presente, por el contrario, lo que eleva al sujeto o lo entierra? Así lo han entendido los forjadores del discurso mediático-político. Un oscuro experto en lenguas muertas, por ejemplo, pesa menos que un Rubius o un Risto. Las palabras que emite cualquier cocinero circunstancial en la televisión recorren más cerebros que todos los poemas de Eliot.

Pensamos que esto no puede ser casual, aunque, de hecho, lo sea. El mal no necesita de estrategias para desplegarse. Le basta con el orgullo en la ignorancia y con la búsqueda individual del éxito inmediato. Todo es más fácil de esta forma; la publicidad partidista y empresarial se desenvuelve más ligera en un territorio sin diques o precauciones espirituales. El universo nace en este preciso instante; somos, dicen, la primera hornada de seres humanos conscientes de su dignidad. Miramos, por lo tanto, la historia sin atención, como quien se topa con una huella desconocida en el camino. Ni siquiera nos detenemos a considerar el origen o el destino de su dueño. Es en el recorrido, no sólo en el ahora, donde habitan los hombres. Y, hoy, estorban.

*Columna publicada el 15 de Mayo de 2019 en El Diario Montañés

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