viernes, febrero 03, 2006

El Bosque En Silencio

- A menudo, entre copa y copa acomete la mala conciencia y nos hunde el percal. Maldita sociedad, urna de parásitos. La epopeya perseguida de un Odiseo rebelde frente a su destino o de un Caín, de espaldas al Dios que conoce. Porque el mito no se reduce a un conocimiento. A saber, la convivencia, a menudo personal pero siempre ideológica entre el hombre y el Eterno. El monoteísmo judío y más tarde cristiano niega una imagen representativa de la trascendencia y la convierte en una idea. De ahí el compromiso personal y crédulo de tantos siglos. Poder interiorizar a Aracne o a los perros de Artemisa alcanzando a Acteón resulta imposible y por eso, la ciudad, la tribu se hunde en un ritual pervertido en drama. Sin embargo, la virtud cristiana devuelve bien por mal, opta por una confianza ciega y por eso más apetecible, más adorable. Ulises sabe que su destino es naufragar antes de volver a casa, a perdurarse en una guerra sin héroes, pero su instinto humano permanece. Ve al enemigo cerca y se le enfrenta. No así el cristiano, el posmoderno de la antigüedad, o el judío, incluso el musulmán, que juegan con un material mucho más voluble que el coraje: La fe.

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