domingo, agosto 06, 2006

Mis Cosas


- Puede que no todo empezara con un día torcido. Y hasta puede, que la virtud estuviera a un lado desde el principio, desde el orden que yo daba a mis cosas. Nada que decir de mis contemporáneos que solían aplicarse en la decoración, incluso en la luz que buscaban para su espacio. Yo siempre me distinguí por una cierta anarquía, no suciedad pero sí abandono (buscado o no), con el que recibir a las visitas. Por no hablar de las chicas con esas habitaciones perfumadas, esa pulcritud en las formas y en el fondo que te hacían desear quedarte para siempre. No había interés desmedido, sólo buen gusto…Puede (y digo puede porque no conozco con seguridad el origen de todo) que ese fuera el principio de la desidia, del “dejarse llevar” que nombró a mi vida en la Gran Ciudad. No creo en las grandes tragedias, sólo en las que uno es capaz de imaginar para sí mismo. Y era esa la coartada perfecta para la hecatombe personal, el fin de todas las esperanzas de triunfo. ¿Puedo decir, sin temor a exagerar, que fue una C-R-I-S-I-S? No hay por qué ocultar la realidad. Y el sufrimiento aún menos.
Era esa mesa. Esa mesa y esa silla. Esa mesa, esa silla y el orden de los Cds y los libros. La luz irreal de la ventana. El tacto hostil de las cosas que no pueden tener vida para otros porque manchan las manos y las promesas de vida, que es lo que hace falta siendo joven.
El polvo viejo, cubriendo las sábanas y los flexos, provocando la alergia a la juventud ahí escondida. Escondida de los otros. Escondida para los otros también, que jugaban a ser libres a cada rato, con la recompensa de equilibrio al final.
Todo ha quedado atrás como un valle de reyes, con una felicidad a regañadientes. Con un recuerdo agridulce de una época que pudo ser la mejor de mi vida y ha empañado los restos del naufragio con un polvo que no se quita.

3 comentarios:

Pablo Sánchez dijo...

- El tono me salió demasiado triste, como de lamento o elegía. No es tal. Era un recuerdo de cómo vemos las cosas cuando van mal. Y, sobre todo, cómo se ilumina nuestro espacio en la dicha.

La estatua del jardín botánico dijo...

Por cierto, Acamus, te he linkeado porque me mola tu blog. Espero que no te importe.

Pablo Sánchez dijo...

- Al contrario. Gracias.