viernes, abril 06, 2007

Viernes Santo

- Tratando de ser generoso con la historia y, al menos, bondadoso con los símbolos (a eso se resume todo), puedo elaborar una crítica social, un ataque sin cuartel sobre el dogma que nos viene atrapando desde hace siglos. Hay algo que no cuadra. ¿Cómo pudo un ideólogo, un creador de mitologías, hace más de 2000 años, crear no sólo el símbolo, sino, además, cerrarlo herméticamente y salvaguardarlo de la historia posterior? Los evangelios advierten sobre la llegada de falsos profetas, de lobos con piel de cordero. Incluso un milagro sanador y positivo caería hoy como una pluma sobre las cabezas de los jerarcas vaticanos. Se han guardado bien las espaldas. No habrá forma de recuperar a Jesús, su idea de paz y de bien de sus “guardianes vocacionales”. Antonio Machado en una carta a Miguel de Unamuno ya lo expresa con claridad: “La iglesia tiene del Cristo lo suficiente para defenderse de él”. Y seguirán por ese camino. Lo estuve pensando hace un par de noches mientras veía el final de “La Pasión” de Mel Gibson: Ya, finalmente, aún con contradicciones académicas, con reservas religiosas y con grandes pruebas a la contra, Jesús de Nazaret es el Mesías. Nunca una aparición estelar, la creación de un nuevo orden de justicia podrán arrebatar a esa figura misteriosa de la antigüedad judía su papel en la historia de la humanidad. Tendrá el verdadero Mesías (si lo hay) que guardar sus armas, su armadura o su túnica. Volverá a ponerse el pijama. Un cambio de planes inevitable. De nuevo la literatura.

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