miércoles, noviembre 25, 2009

Perlas de Foucault


I


Mi posición es que no tenemos que proponer. Desde el momento en que se “propone”, se propone un vocabulario, una ideología, que no pueden tener sino efectos de dominación. Lo que hay que presentar son instrumentos y útiles que se crea que nos pueden servir. Constituyendo grupos para tratar precisamente de hacer estos análisis, llevar a cabo estas luchas, utilizando estos instrumentos u otros: es así finalmente como se abren posibilidades.
Pero si el intelectual se pone a reinterpretar el papel que ha interpretado durante ciento cincuenta años (de profeta, en relación a lo que “debe ocurrir”, a lo que debe ser) se prorrogarán estos efectos de dominación, y tendremos otras ideologías funcionando según el mismo tipo.
Es simplemente, en la lucha misma y a través de ella, como las condiciones positivas se dibujan.


II


El sabio griego, el profeta judío y el legislador romano son modelos que rondan continuamente a quienes hoy hablan y escriben por profesión. Sueño con el intelectual destructor de evidencias y universalismos, el que señala e indica en las inercias y las sujeciones del presente los puntos débiles, las aperturas, las líneas de fuerza, el que se desplaza incesantemente y no sabe a ciencia cierta dónde estará ni qué pensará mañana, pues tiene centrada toda su atención en el presente, el que contribuya allí por donde pasa a plantear la pregunta de si la revolución vale la pena (y qué revolución y qué esfuerzo es el que vale) teniendo en cuenta que a esa pregunta sólo podrán responder quienes acepten arriesgar su vida por hacerla.
"Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones". Michel Foucault. Selección e introducción de Miguel Morey. Alianza.


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