miércoles, enero 21, 2015

Letras





A veces, le gustaría no haber leído nada, no haber creído en nada. El peligro de las palabras, su territorio tribal, hostil y minúsculo. La ciencia es otra cosa. No es intuición, y eso es un avance. El esfuerzo comienza y termina en sí misma, sin espacio para la política y la estrategia. Trabaja con la verdad, la aumenta. Sin excesos. 

Las letras, no. Uno confía en su espíritu que, según dicen, se nutre de escritura. Pero, el horizonte es prosaico. Si el trabajo dignifica, la habilidad de diseñar, calcular, construir, curar, es sin duda, superior. Lo otro es una aproximación incompleta a un malentendido. Un periódico, un libro de poemas, una novela… ¿Cómo traducir su impacto en calidad? ¿Cómo superar las camarillas y la interesada publicidad, el homenaje, el cargo cultural?

La empresa es complicada, árida, por eso el camino se llena de farsantes. Eso lo sabe todo el mundo, pero el público finge creer en el arte, como una promesa de inmortalidad. Últimamente, sin embargo, ha visto inyecciones que alivian, tratamientos que mejoran. Gente que trabaja por su cuerpo. Lo físico es incontestable. Y frío. Y humano.      

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