Parece mentira lo mucho que duran las cosas
sin nosotros; la parsimonia con la que el tiempo desgasta los objetos que
acompañan o los espacios que nos dan cobijo y su rápida exigencia, sin embargo,
hacia todas las carnes. Entristece comprobar cómo el brillo o la utilidad no terminan
con la muerte, sino que continúan, aún en perfecto estado, consumando su plan
con idéntica devoción. No se trata sólo de los libros que sobreviven a su dueño
en la quietud de la estantería abandonada o de las gafas que permanecen en su
estuche muchos años después; hablamos también de la calle y sus rincones, del
escenario para la familia, tomado hoy por otras familias que forjan su memoria
con los recuerdos de una infancia nueva, llenándola de aperitivos con los
abuelos.
Las fechas navideñas inspiran este paseo por
los lugares de siempre, modificados, acaso, por un alcalde o por un supuesto
emprendedor. Los pasos se detienen, a menudo, frente a un portal conocido y uno
se asoma a ese interior muchas veces visto y últimamente olvidado junto con
tantas otras cosas: las escaleras casi horteras en su falso mármol, los buzones
que aprovechan un hueco demasiado estrecho y, a un lado, ese ascensor moderno que
desentona, pero que no ha fallado nunca.
Todo se mantiene intacto, capaz todavía de
ofrecer un servicio a las personas que se suceden en el uso. La actividad
renovada es lo que asombra al adulto que, no obstante, preferiría contemplar el
pasado como quien rescata fragmentos o desempolva ruinas. Resulta complicado
aceptar que el calendario no afecta al mundo como nos afecta a nosotros; que no
lo destruye tan rápidamente ni sustituye de una manera tan descarada los
espacios propuestos.
La visión de un niño que, de la mano de sus
padres, pasa por delante de un portal querido, en la calle Lealtad, evoca, así,
otra escena semejante: la del niño que sonríe en una vieja fotografía, sobre
una bicicleta en esa misma acera. La herencia que dejamos a los desconocidos
es, sin duda, una pérdida, pero, quizás, valga la pena verlo de otro modo.
* Columna publicada el 12 de enero de 2017 en El Diario Montañés.
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