jueves, enero 10, 2019

El cálculo de Meinhof*



Tres imágenes para resumir la trágica historia del movimiento contestatario en la Alemania Federal. La primera, de 1969: cuatro jóvenes, Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Thorwald Proll y Horst Söhnlein, son juzgados por el incendio de dos centros comerciales en Fráncfort. Los acusados entran sonrientes en la sala, saludan al público -entre los partidarios, un jovencísimo Cohn-Bendit- y encienden unos puros burlándose de la “justicia burguesa”. La segunda, un primer plano de la popular editora y periodista Ulrike Meinhof, apenas un año después, mientras participa en la fuga de Baader. En un instante, muy de película, la escritora debe elegir entre la clandestinidad y la pantomima. De un salto, se entrega al terror. La tercera y última imagen, de 1977, es una panorámica de las celdas vacías de la prisión de Stuttgart-Stammheim donde Baader, Ensslin y Meinhof, entre otros, han perdido la vida.

En definitiva, menos de un decenio de extrema violencia en el que muchos jóvenes pasan de la protesta al terrorismo y, finalmente, a la autodestrucción. En el documental ‘Una juventud alemana’, dirigido en 2015 por Jean-Gabriel Périot, se retrata a esta generación prematuramente rota y trágicamente equivocada, partiendo de sus muchas posibilidades materiales, a las que renuncia para consagrarse a la revolución.

Es interesante, sin embargo, sumergirse en la época, asumiendo las dificultades de transmisión del respeto institucional en sociedades con un intenso pasado político y un presente de calma chicha. Los militantes de la llamada Oposición Extraparlamentaria despreciaban a sus padres por ser la “generación de Auschwitz” y negaban el carácter democrático de un país que, para librarse del tirano, necesitó la invasión extranjera. La ‘gran coalición’ de socialdemócratas y democristianos lleva al poder en 1966 al exnazi  Kurt Georg Kiesinger, lo que acelera la descomposición del tejido social. El resto, lo conocemos bien: la protesta contra la visita del Shah de Irán a Berlín oeste termina con un manifestante abatido por la policía. En 1968, el líder estudiantil Rudi Dutschke, sobrevive de milagro a los disparos de un ultraderechista. Entre los universitarios se extiende un mensaje de resistencia contra el “régimen policial”. En este caldo se cocina la decisión de varios militantes radicales de izquierda de emprender la vía armada para provocar un levantamiento proletario que derroque el capitalismo en Alemania. Baader, Meinhof y Ensslin fundan en 1970 la Fracción del Ejército Rojo (RAF), mediáticamente conocida como banda ‘Baader-Meinhof’. El bloque comunista, por su parte, aplaude con las orejas y paga alguna que otra ronda de dinamita.

Después, ya sólo la sangre. Los textos de Ulrike Meinhof inciden en la imposibilidad de mantenerse neutral en un escenario de violencia política y ponen sus esperanzas en que la excepcionalidad empuje a los trabajadores alemanes a una confrontación definitiva con el sistema. Resulta casi un tópico destacar ese cálculo erróneo tan común en los extremistas de todos los bandos. El saldo: más de cuarenta asesinatos. Y el olvido.

* Columna publicada el 9 de Enero de 2019 en El Diario Montañés

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