lunes, febrero 17, 2020

Vocación*



¿Sobrevive la infancia a militantes e ‘influencers’? ¿Su prolongado ejercicio prepara al ser humano para la vida adulta? En los años previos a la marea digital, el intercambio de información permitía la existencia de algunos espacios libres para los sueños del futuro. Quizás fuese un malentendido, pero nos parecía que las horas del día se invertían en algo más que en Cataluña o en el coronavirus.

Aún quedaban, pensábamos, jirones de religión y de moral en los bordes de la sociedad abierta, declarada triunfante de la Guerra Fría, una vez destruido aquel ogro totalitario. Leíamos a Michael Ende o a María Gripe; confiábamos en la amistad, más allá del dinero, con historias que nos hicieron creer -¿ilusamente?- en la ciudadanía.

Mientras los niños de entonces se empapaban de la propaganda gubernamental que les advertía contra el racismo, la deforestación y las fronteras, otros apuntalaban un mundo nuevo, repleto de imágenes sin poso. Era esa vocación de la infancia incompatible con el futuro realmente existente; el de la competencia feroz y la amenaza de la precariedad. Pero lo era también y, sobre todo, con aquella que resiste el paso del tiempo: la del mando. Esta no necesita amistad, ni honradez, ni decencia.

Contaba el crítico Joaquín Vidal -nacido, por cierto, en Santander- que, en la posguerra civil española, los taurinos perpetraban infracciones clamorosas contra la integridad del espectáculo, lo corrompían de todas las formas imaginables, pero siempre con un reconocimiento del pecado cometido y, por lo tanto, con un esfuerzo para ocultarlo. Sin embargo, opinaba el difunto Vidal (hoy casi olvidado o despreciado por figuras y empresarios), los taurinos de los primeros años del siglo XXI pecaban con absoluta desfachatez y sin atisbo de culpa.

Desconozco si los taurinos de hoy continúan por esa senda; no sigo la Fiesta, o lo que queda de ella. Pero evoco a Joaquín Vidal y pienso en los pecados que ya no se toman como tales; que han pasado a ser simples instrumentos para alcanzar el poder y conservarlo. Y que ni siquiera se echan en cara. Como la mentira, llamada hoy “diálogo” o “negociación”.

* Columna publicada el 5 de Febrero de 2020 en El Diario Montañés
(Foto: EFE)

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