lunes, abril 03, 2006

Mue(s)cas

- Uno de los síntomas más característicos del pensamiento posmoderno es su desproporcionado uso del cinismo. Observo la juventud y esa mirada irónica y triste, de haber leído tantas veces a Foucault y sentirse desengañada… Pero claro, nadie ha leído a Foucault, y nadie puede desengañarse de lo no vivido, de lo apenas pensado. Me temo que estamos asistiendo a una época prescindible por lo que promete y peligrosa por lo que muestra: una anomia moral, un desencuentro político y pocas ganas de revivir compromisos; la invasión de las mentes por extraños personajes, tertulianos, políticos que aún mantienen altas dosis de legitimidad pese a lo criminal de sus propuestas. Pero qué ha pasado? Hemos derrotado a tantos monstruos y, sin embargo, nada conservamos en nosotros mismos; ninguna voluntad de macerar ni de avanzar. Malditos seáis sacerdotes de todas las iglesias, de todas las escuelas. Somos una generación nueva que no ha comprendido su papel histórico, su vanguardia ideológica. Queda tanto por hacer! Pero el papel pedagógico aún está vacante. Explicar todo esto. Pareceremos monjes, en Irlanda, con todos los libros. Y cansa sólo pensarlo.

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