sábado, junio 09, 2007

Yo




- Ando loco con Cioran. Como me pasó con Octavio Paz o con Claudio Rodríguez, las palabras del rumano las leo con absoluta entrega, con devoción sincera. Y me asaltan sentimientos encontrados: un alivio, primero, por hallar espacios compartidos, elementos que unen con los otros:

“¿Qué es un escritor sino alguien que lo exagera todo por temperamento, que concede una importancia indebida a todo lo que ocurre, que por instinto exaspera sus sensaciones? Si sintiera las cosas como son, y sólo reaccionara ante ellas en proporción a su valor… “objetivo”, no podría preferir nada y, por tanto, profundizar en nada.
A fuerza de desnaturalizarlo todo es como se alcanza la verdad”.

Y luego, un vacío, una culpa que arrastra y llega a la más terrible revelación: no hay mensajes exclusivos, creación en soledad. Lo que uno siente se ha sentido ya. Lo que uno piensa lo han pensado antes…y han triunfado:

“Tengo una gran experiencia de los hombres y las cosas. Sin embargo, no me sirve para nada, o casi nada, en la vida diaria. En cambio, teóricamente me resulta de una enorme utilidad. Pero una vez más no obtengo con ella ningún bien”.

Por lo tanto, la desidia, el aburrimiento mortal, un gesto a destiempo, la tentación destructiva… Todo gira con normalidad repetida. Como si a Dios ya le cargara tanta intensidad del pensamiento.
Mi amiga B. hace poco dijo que yo era escéptico en el amor y que ser egocéntrico en soledad no tenía sentido (por lo que era mejor, interpreto, serlo con otros, para hacerlo más interesante)…

Una imagen de invierno entre familias, recorriendo un jardín (del Luxemburgo, quizás), encontrando a Beckett con su periódico. Muy feliz escena. Y pensando: puedo seguir aquí riéndome de la muerte, de la vida posible.

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