jueves, julio 01, 2010

Ser Rubia


Paseaba aquella suerte de Sharapova, justo por en medio de la calle recién peatonalizada, y quizás llevara un mp3 o simplemente era feliz, pero juntaba los brazos al cuerpo y dibujaba dos ángulos rectos con las palmas de las manos, como si fueran alas. Y me di cuenta de que toda esa expresión de centralidad y de color en una calle que ya de por sí es ruidosa y se acostumbra rápidamente a las fiestas y a los títeres, sacaba a la luz lo impropio de forzar un espectáculo. Baste un ejemplo si cito “Noviembre”, la película de Achero Mañas. No es que no me guste, sino que directamente estoy en contra de las actuaciones callejeras. Tal y como yo lo veo, el arte sólo tiene sentido si se parte del consentimiento de artista y público. Detesto las “performances”. Sin ir más lejos, el fin de semana pasado, dos actores (por llamarlos de alguna manera) disfrazados de vaqueros del “Far West” irrumpieron en mi calle (la misma calle que un par de días más tarde caminara mi Sharapova) y realizaron escenas de duelos y entraron en las tiendas preguntando si vendían espuelas. Tal idiotez merecería, al menos, algún que otro insulto por parte de los viandantes pero, en mi ciudad, a lo máximo que se llega es a dibujar una sonrisa estúpida, lo que da en llamarse: “que se te quede cara de tonto”. Yo venía de comprar el pan y conseguí sortear con verdadera profesionalidad y destreza a mis “artistas”.

Pero dos días más tarde, esa calle forzada al arte (¡cuánto daño está haciendo la capitalidad cultural para 2016!), se vio iluminada por una presencia sin publicidad, sin actuación, sin mensaje ni propósito. El eterno femenino caminando, tomando casi, mi calle y nutriéndola de naturaleza intensamente sexual. Y entonces comprendí (y para mi asombro lo digerí sosegadamente) que esa mujer del top azul y los pantalones blancos era rubia. Lo que quiero decir es que esa mujer ERA (es, imagino y espero) RUBIA y personifica con gran armonía lo que la rubia representa en nuestra maltrecha sociedad. Porque, de acuerdo, algunos preferimos las morenas (o, simplemente no hacemos ese tipo de discriminaciones) pero, por favor, señores, ¡ES RUBIA! Me tomo un instante porque no sé cómo acabará este texto. Sigo (ánimo).

Es cierto que el infierno son los otros, pero el cielo también. Y he pensado en la evolución personal de esa joven rubia y la imagino escuchando frases del estilo de: “¡Oh, si parece un ángel!”, desde pequeña. Y quizás viviera con asombro (y no poca curiosidad) el cambio de niña a mujer y, con él, el paso de criatura celestial a objeto de deseo. Pienso en ella, entrando en cualquier tienda y la admiración no disimulada de los demás clientes. E imagino los rostros de los mil y un moscones, de los piropos forzados y soeces, de su triunfo, finalmente, junto a cualquier semejante. En una situación normal, es impensable relacionarla con ningún tipo de sufrimiento.

Esta joven es un arquetipo. Es rubia y bella, como un tópico cualquiera de este postmodernismo decadente. Pero la tenemos o, mejor, se tiene. Y ya ha ganado. Es mejor así, después de todo. Pero estoy enredándome en el prejuicio. Acabo.

1 comentario:

Rafael dijo...

es buenísimo!