martes, noviembre 01, 2005

Leonor

- La labor del profeta como reivindicador de esencias es parte consustancial a nuestra civilización. Ya sea Isaías o Sócrates, es la figura del hombre libre, de la figura externa que canaliza las esencias de la comunidad. Porque no nace del individualismo el profeta, sino del carácter moral que una determinada sociedad tiene y que ha perdido temporalmente en su praxis. El hombre libre, que habla, que exige, se juega la vida en el intento de devolver a la comunidad ese interés por la virtud frente a la vanidad de la materia. No sabemos que llevaba a ese grupo selecto de sujetos a huir de la cotidianidad y a refugiarse en la crítica a sus semejantes. Quizás Dios o la sed de justicia, pero está claro que la pelea sin tregua que inspiraban no nacía de otra idea que la del “Hombre como problema”.
Es decir, puede una comunidad sobrevivir sin ser fiel a la idea que la fundó? Es una pregunta importante por cuanto actual. Hoy nuestro entorno sufre los momentos del hermetismo ideológico, de la autoridad nihilista envuelta en indiferencia. No hay vanguardia. Sócrates criticó a los sofistas como miembros de la corrupción institucional, y levantó a la juventud, no contra el orden establecido; no para revolucionar sino para involucionar, para devolver a la polis el carácter sagrado que la identificaba. Es lo que llamamos, un reaccionario. Pero ahora se debe reaccionar pero ya todo el mundo está en sus posiciones “obedeciendo órdenes” y es complicado ahora ponerse a reventar trincheras. Pero para que quede claro, la recuperación de la virtud social no significa apestarnos a todos de incienso, sino cuestionar la moralidad de las princesas, sacudir el horno de la política, acudir a la llamada de la ciudad. Porque si no decae, hay varios ejemplos que lo demuestran. Y luego, si queremos, nacionalizamos la banca pero después de recuperarnos. Si no….chungo.

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