martes, noviembre 14, 2006

De Arena Y Silencio


- Cuando tratamos de encontrar una respuesta válida a un problema político o social contamos siempre con la posibilidad de no tener razón, de exagerar o de liarnos en recovecos teóricos y perder la objetividad y el contacto con lo real. Es algo habitual en las sociedades occidentales, donde el gusto por la posiciones y por los “compromisos” irrenunciables suele trascender el frío análisis. No es complicado, pues, confundir a la opinión pública con debates inútiles y retorcidos sobre quién es culpable y quién es un héroe en cada uno de los problemas del mundo. Observo cada día la aparición en los medios de comunicación de nuevas problemáticas, nuevas tomas de posición de intelectuales y no me queda más que pensar: “de acuerdo, nadie tiene toda la razón en esto”. Pocas son las ocasiones en las que uno puede relajarse en una opción sabiéndola correcta y justa.
Ayer por la tarde acudí a la conferencia que ofreció el escritor Gonzalo Moure dentro del ciclo: “Sahara occidental, el sentimiento de un pueblo”. La verdad es que mi conocimiento del asunto del Sahara es menos que discreto. O sea, que parto del conocimiento básico de cualquier ciudadano español: “España abandona su colonia en el Sahara y Marruecos invade el territorio agregándolo a su dominio”. Vamos, que desconozco en profundidad qué se está haciendo y cómo va el sempiterno referéndum de autodeterminación prometido por la ONU. Gonzalo disertó durante más de una hora sobre su relación con el pueblo saharaui, su amistad con el poeta Limam Boicha, su profundo desencanto con la actual situación de un crimen internacional obviado por los medios de comunicación y su compromiso de continuar batallando como un soldado más (un soldado de paz y de cultura) defendiendo el derecho de este pueblo (éste sí) oprimido y vilipendiado.
Y ahí encontramos una muestra de cómo intereses ocultos y malignos pasan por encima de la nobleza de la ciudadanía y tratan de enfriar el problema, de que no se hable demasiado sobre una situación que clama al cielo y al hombre. España tiene no sólo la responsabilidad de origen, sino, sobre todo, la oportunidad de solucionar esta injusticia ya que legalmente aún conserva el status de potencia colonial del Sahara y le bastaría con un simple acto administrativo ante la ONU para que se realizara ya esa consulta prometida.
En nuestro país un 98% de los ciudadanos están a favor del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui. Rara vez se encuentra tal unanimidad en los problemas que consideramos vitales para el normal funcionamiento de las instituciones. ¿Por qué, entonces, el gobierno (éste, todos) no han encontrado ni un solo día de valor ante Marruecos y la comunidad internacional para acabar de una vez con esta masacre que ya dura 35 años? Hay intereses, claro: económico y políticos (EEUU es un firme aliado de Marruecos).
Como decía, hay asuntos que por su especial familiaridad, o por su clara realidad nos tocan muy en el fondo. Aún cuando no estuve quizás de acuerdo con todo lo que dijo Moure ayer en Santander, sobre todo en lo relacionado con el excesivo nacionalismo cultural con el que quiere impregnarse toda actividad del Sahara, sí encuentro algo luminoso ahí: la evidencia de la razón en un problema político. A saber: Marruecos ha violado la legalidad internacional y España no ha hecho nada para remediarlo; entre medias, todo un pueblo sufre de la exclusión, la cárcel y la tortura en su propio territorio.

1 comentario:

La estatua del jardín botánico dijo...

De nuevo por tu blog. Desconozco los entresijos del problema saharaui. Sólo sé que a través de una campaña de televisión se han conseguido gafas para los niños del deseierto. Este comentario va con toda la malicia del mundo. La tan traída y llevada solidaridad de los españoles se reduce a dar lo que nos sobra, lo que no nos hace falta. Eso no es solidaridad: es dar limosna. Yo me incluyo en ese grupo de solidarios ignorantes más inclinados a la compasión que a una acción distinta del pensamiento y la lectura. Y me parece que hacia esto se inclina el discurso político en materias fundamentales (de verdad) como la defensa de los derechos humanos: palabras dulces de limosna.
Por último, decirte que es siempre un placer leerte escribir sobre política por tu mesura, tu sensibilidad y tu inteligencia. Celebro, con Noremorse, este post.