viernes, noviembre 17, 2006

El Sueño De Garmish-Pantenkirschen


- En los sueños del niño-escritor vuelan alto los personajes compartidos, los ejemplos de humanidad que las bellas historias dejan para que cuiden nuestra vida y nuestro crecimiento. De ahí que los cerebros infantiles aglutinen imágenes de bondad, de valentía, del honor y el compañerismo propios de argumentos nobles y fantásticos. Por eso la literatura no forma parte del a vida cotidiana pero ésta se ve inspirada por los relatos más memorables, más necesarios.
Aún recuerdo cuando mi tía me regaló mi ejemplar de “La historia interminable”. Yo tenía 11 años. Todavía, con el paso del tiempo, revivo la inquietud que me produjo ver un libro tan “gordo”, con una letra tan pequeña. Fue mi primer desafío literario, la primera vez que dejaba a un lado los discretos libros del “Barco de vapor” y llegaba a mis manos un volumen verdaderamente serio ( o eso me parecía).
De la experiencia lectora de ese maravilloso relato de Michael Ende, guardo un recuerdo imborrable pero también ha quedado dentro de mí la imagen del alemán como el escritor, digo más, como el ESCRITOR, por antonomasia. Me ocurre con frecuencia cuando alguien me habla del oficio de escritor: no puedo sino imaginarme una vida serena, feliz en alguna ciudad centroeuropea, comprando en pequeñas y románticas tiendas de comestibles, saludando por la calle a los vecinos, llevando un discreto y agradable anonimato, siempre con la idea de escribir historias agradables, que nos hagan ser mejores a todos. La figura protagonista de mis imágenes es un cincuentón de barba blanca y espigada figura. ¿Quizás Ende? No lo sé. El caso es que siempre mantuve la esperanza, de niño, de visitar algún día a Michael Ende, de compartir con él ratos de conversación, de complicidad creadora, de sueños cómplices…Pero la enfermedad se lo llevó hace ya once años. De él nos queda tanto, tanta fantasía a la espera de ser despertada por nuevas generaciones de niños y niñas, tanto que aprender de Momo, tanto que identificarnos con Bastian…Aún es pronto para que, también nosotros, aportemos nuestros sueños a la vida que tanto amó Michael Ende.

4 comentarios:

La estatua del jardín botánico dijo...

Leí este post hace una semana. Quería decir algo, pero no sabía muy bien qué ni cómo. Sabía que quería comentar qué supuso para mí leer Momo, en qué momento me sumergí en su lectura y lo dulce que esta fue. En definitva, tal vez sólo quería decir que merece la pena leer ese libro. Y sobre todo, que merece la pensa irse a un descampado y escuchar: a otro, al ruido o al silencio, pero ESCUCHAR.

Pablo Sánchez dijo...

- Yo estoy disfrutando ahora mismo de la magia de Momo. ¿Por qué será que nos reconocemos siempre en fábulas de este tipo?, Quizás sabemos que no es éste el mejor mundo de los posibles.

Pablo Sánchez dijo...

- Por cierto, tengo entendido que eres profesora, ¿de qué curso? Tus niños deberían leer Momo y en general todas las obras de Ende. Supongo que ya se lo dirás.

La estatua del jardín botánico dijo...

Soy profe de Filosofía y Ética y actualmente doy clases a chavales de 4º de la ESO y de 1º de Bachillerato. A estos últimos les va a caer el Mundo de Sofía y a los primeros... mmm, puede que les caiga Momo. No puedo decirles que hay peli de la novela que entonces no se la leen.