lunes, noviembre 05, 2007

La Prepotencia Del Hombre Blanco


- La violencia me intranquiliza. También las discusiones altisonantes y el vocabulario vulgar. Lo paso mal viendo películas de tiros de los años ochenta y tiraría de los pelos a los adolescentes que no ceden su asiento a ancianos y embarazadas en el autobús. En fin, que bla, bla ,bla, y poco más. En el texto anterior hablaba de lo seductor del conservadurismo basándome en premisas estéticas (el color pardo en la decoración, el albornoz, el perro sabueso…) y dejando a un lado un análisis más profundo de su realidad. Leyendo a T.S. Eliot encuentro: “y ruego que pueda olvidar yo/ esos asuntos que discuto demasiado conmigo mismo” y me parece superficial, con una alta dosis de pudor que me gustaría tener: un problema aparentemente liviano, casi de funcionario silencioso.
Una amiga me comentó hace poco su impresión de que mi aspecto físico no se correspondía con mi forma de ser. Es cierto. En mí, ese equilibrio mente-cuerpo, no se da. No sé si supone un problema o no. Simplemente me gustaría tener otro tipo de pelo para dejármelo largo. Y quizás con un color más rubio podría pasar desapercibido (mi sueño de anonimato europeo) en algún país de mi entorno. Un tipo Rufus Wainwright (pero hetero) con menos gusto por el escándalo.

Y esto me lleva al sueño de tener hijos rubios y de vivir un tiempo en París y el resto de mi vida en alguna ciudad austriaca, alemana o sueca, aburrida y gris, con limpieza en las calles y empuje económico. Y con silencio. Aprender a tocar la guitarra y conversar con mi esposa Utta (¿existe ese nombre?) sobre el comportamiento de nuestro primogénito Otto en la guardería.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, existe el nombre (Utta en alemán, Utte en sueco-noruego). Tenía razón tu padre.

Miguel Ibáñez dijo...

Un país aburrido en el que la literatura fuera lo único que nos proporciona emociones: ¡qué maravilla! Rutina y libros, ese sería mi lema para una vida ideal, una versión pequeñoburguesa del áurea mediocritas.