sábado, noviembre 03, 2007

Ruina

- El problema, la justificación, los ardores vespertinos. La savia no es nueva (tampoco vieja), digamos que responde a una necesidad de acción, pese a todo, radical o cotidiana (o/y cotidiana): acabar con los posos idealistas, las aventuras tontamente arriesgadas. No hay que “changer la vie”, al menos no como dicen los estetas y hedonistas. Conservar el placer entre paredes. Así, como velando las horas silenciosamente vividas, entre bloques de libros y música no tan alta. Ser muy viejo y muy elegante, como aquel individuo que llegaba a la calle San Francisco de Sales con aires de lord inglés. Y conocer el sabor de la arena sahariana y recordar un amor exótico sin melancolía, alegrándose de haber honrado a la patria. Un aroma a tabaco en pipa, un poco de cognac tras los frugales almuerzos. La soledad.

Respetar la moral es una exigencia para el conservador. Como la caza del zorro pero, quizás, la producción de parodias ha camuflado su innegable encanto. El encanto, también, del adulterio, de tocar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la moral y la doble moral, porque ninguna regulación del alma resulta natural, a fin de cuentas.

en las islas británicas, la burguesía, conservadora merced de determinadas influencias religiosas 'rupturistas', inventó el parlamentarismo, el sentido del humor y la doble moral. en el resto de europa el catolicismo más férreo (y no tan férreo) sólo fue capaz de dejarnos ésto último.

el resto lo adoptamos por injerto.

el color pardo, el perro y la campiña sólo son nostalgias prestadas.