sábado, julio 18, 2015

Caras*



“Míralos ahí”, “¿Qué dices?”, “Ahí delante, mujer, mira qué caras”, “Ay, ya, ya”, “Hasta en los autobuses…”, “¡Como si no los conociésemos!”. En la Avenida de Valdecilla, se produce, como siempre, un tapón. Los conductores maniobran con pericia para aproximarse al bordillo y depositar tranquilamente su humana carga. Los particulares se impacientan. Desde la parada de enfrente, un hombre y una mujer contemplan el espectáculo con gesto burlón. El Servicio Municipal de Transportes cuenta estos días con un añadido, un traje postizo que envuelve los vehículos, convirtiéndolos en carteles móviles y estimulando los ácidos comentarios del personal. De sus tripas azules emergen los rostros de los candidatos autonómicos, enormes, sonrientes e invasivos, como mandan los cánones de la propaganda. A pocos metros del hospital universitario, Revilla, De la Serna, Díaz Tezanos y Casares compiten por alcanzar al viandante en su paseo.  

Pero, poca broma, ciudadano. La publicidad sobre cuatro ruedas es una vuelta de tuerca más en el control político de tus sentidos. Con los carteles tradicionales, uno podía torcer la cara, mirar, como se dice, para otro lado. Hoy, es mucho peor. Lo de los retratos ‘a motor’ demuestra la falta de elegancia y respeto, en definitiva, hacia el contribuyente. La política vuelve a la calle en su expresión chabacana: la promoción de unos cuantos individuos sin ningún interés más allá de su dominio del espacio público, que confunden con el coto de los partidos. Poco más que eso, pero, inquieta, desde luego. Sobre todo, cuando uno trata de utilizar el transporte urbano o, simplemente, cruzar la calle. La propia seguridad exige mirar a derecha e izquierda, controlar la carretera por si aparece de pronto un entusiasta kamikaze. Y ahí surgen los candidatos, colándose en el plano, como los malos actores.

Esta percepción responde, quizás, a la sorpresa que genera tanto panfleto y tanta caseta de barrio a estas alturas del decenio. El desprestigio de las fuerzas políticas, el abismo que se abre entre los ciudadanos y quienes aspiran a representarlos no parecía anunciar un retorno a las expresiones más simples de la democracia: la promesa vacía de felicidad y buen gobierno.            


Por lo demás, no hay mucha miga. En Santander, lo que llama la atención es el perfil aseado de los candidatos a la alcaldía. A De la Serna y Casares, por ejemplo, les pega llevar los náuticos sin calcetines. Ambos han eliminado la corbata de su seductor atuendo, pero no la americana. Esto es importante. Pretenden estar cerca de ti, pero sin espantar a los vecinos de bien que no quieren coletas en las instituciones. Algunos a eso lo llaman “PPSOE” o “casta”. Su apariencia les hace encajar con igual éxito en un club de golf y tomándose una cerveza en el Río de la Pila. Todo está perfectamente medido. Pero, tranquilidad, el domingo concluye la invasión. Y comienza el mando, que esa va a ser otra.

*Columna publicada el 20 de mayo de 2015 en El Diario Montañés.

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