miércoles, julio 12, 2006

M.A.B

- Llego a Donosti casi al atardecer y me doy un paseo hasta el Kursaal. Es mi primera vez en la ciudad y disfruto de su peculiar arquitectura mientras la construcción de Moneo aparece frente a mí como una promesa de diversión y alborozo: Bob Dylan canta gratis en la playa como homenaje del ayuntamiento a las perspectivas de paz que parecen abrirse en el País Vasco. Mi amor a Dylan puede más que mi coherencia contra un proceso en el que no creo. Toda mi felicidad concentrada en pasarlo bien escuchando al músico popular más grande del siglo XX. Nada iba a importunarme y mucho menos mis desavenencias políticas con Odón Elorza... Pero caminando, caminando, entre la multitud que se dirigía al encuentro del trovador me iba dando cuenta de donde me estaba metiendo. Un cartel por aquí, unos “borrokas” por allá, pronto la verdad asomaba como una trampa calculada y eficaz: este concierto se realizaba a mayor gloria del sector nacionalista de Euskadi. “Libertad para el pueblo vasco”, “Euskal Presoak, Euskal Herrira”, “Freedom for the basque prisioners”…Incluso en la misma puerta de acceso a la playa un grupo de mujeres venden sus objetos de artesanía y sus camisetas reivindicativas para el acercamiento de presos. No había duda de qué iba esto. Menos mal que el viejo de Minnesota hizo el peor de los conciertos posibles con una imperdonable voz y una desgana que me llenó de alegría. Un grupo radical que bebía en la playa hizo un comentario sobre mi sudadera de la Universidad de Salamanca y creí prudente desaparecer de allí.
Hoy, de nuevo en casa, veo un Documental sobre la Pasión y Muerte de Miguel Ángel Blanco. Reconstruyen sus últimos momentos como sólo Telecinco es capaz de hacer: hasta el ensañamiento sensacionalista. Pero qué necesario en estos momentos recuperar las imágenes de las sedes Abertzales asediadas por una población que había resuelto no esconderse más, no huir ni dar la espalda a un crimen estructural que los afectaba a ellos como pueblo. Qué emoción al ver a los policías autonómicos despojarse de sus pasamontañas en una gesto de valentía. Qué placer al contemplar cómo pedían ayuda los batasunos para salir escoltados de sus locales por la fuerza del orden “opresor”. Pero sobre todo, qué pena, qué inmensa pena de la familia humilde de un joven arrancado de la vida por cuatro asesinos. Imágenes que por repetidas no pierden su crudeza. La hermana pidiendo a Miguel que volviera. Sus padres en la vigilia. Los vecinos descorazonados y firmes a la vez en su dolor y en su fuerza…Inútil. Todo parecía nacer de nuevo con la muerte del concejal de Ermua. Un nuevo espíritu ciudadano intolerante con el crimen y la sangre. Tuvo su época: la Ley de Partidos, la ilegalización de Batasuna, grupos como Basta Ya o Foro de Ermua son los principales resultados de una acción ejemplar. Todo eso ha pasado ya. Ahora toca decir sí al diálogo con los mismo que negaron la palabra a Buesa, a Blanco, a Lluch, a Múgica, a Zamarreño. Pero Günter Grass tiene razón cuando dice que las colectividades no pueden permitirse el olvido. Hoy, más que nunca quizás, debemos dar las gracias a un movimiento que dio la respuesta más valiente y concisa de cuantas podían darse por aquellos días: salieron a la calle y gritaron: No. Y todo cambió bajo el sol de Euskadi, de España. Hubo un momento de ruptura con el miedo. Recuperémoslo.

4 comentarios:

quantum dijo...

M.A.B.
Y tantas otras iniciales cubiertas por el silencio.
¿para esto ahora?
Utilizar la expresión "proceso de paz" es de por sí una claudicación y una falacia.

quantum dijo...

La primera vez que te escribí no tenía blog. Ahora sí.

Pablo Sánchez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Pablo Sánchez dijo...

-De Elvis no podemos decir nada ya que vive en una isla com Jim Morrison y Janis Joplin. De lo otro, puedes decir lo que quieras.